Querida abuela, Sabes que desde pequeña he querido ser veterinaria. Estoy convencida de que mi vocación ha estado marcada en gran medida por el tiempo que he pasado en tu casa: dar de comer a los animales, recoger los huevos, llevar las vacas al prado, recogerlas para ordeñar por la tarde… Siempre quería participar de todas esas tareas: ¡no por ser una niña no iba a poder hacer las mismas cosas que Emilio! Recuerdo también que durante las siestas había que guardar silencio: el abuelo madrugaba mucho, pero tú aún más: a las 5 de la mañana, y, si cocías dos hornadas de pan te levantabas a las 3 de la madrugada. Antes de convertirte en panadera, bajabas la leche a Reinosa. Porque tú hasta hace poco conducías: fuiste la primera mujer del valle en sacarte el carné. Cuando comenzó la mecanización del campo alguien tenía que saber llevar el tractor, y aprendiste a hacerlo. En Argüeso siempre se ha rezado antes de empezar a comer. El Padre Nuestro lo comenzaba el abuelo Feliciano, tú...